miércoles, 15 de febrero de 2012

ALGO MÁS QUE UN VIAJE...

Hace cuatro o cinco meses, en uno de esos domingos intensos que habitualmente comparto con mis amigos, comentamos la posibilidad de realizar un viaje a Centroeuropa, el primer destino que barajamos fue Berlín, pero sin saber muy bien porqué, acabamos reservando cuatro vuelos con destino Cracovia.
Hasta prácticamente un día antes del viaje no me había preocupado mucho de investigar que ver en el destino, que tiempo haría, etc.., en fin, esas cosas que todo el mundo planea  con cierto anticipo y que yo particularmente nunca hago por aquello de estar ocupado viviendo intensamente el presente.
Nuestro vuelo salía a eso de las seis y media de la mañana, por lo que la noche de antes nos reunimos todos en mi casa para cenar, dormir un rato y partir desde allí todos juntos. La noche fue divertida, ambiente distendido, bromas y risas que vaticinaban unos de esos viajes inolvidables.
Así fue, hacía tiempo que no disfrutaba tanto en un viaje…
Cuando no sabes muy bien a donde vas y a que vas, nada deja de sorprenderte. Pero sin duda y a pesar de la belleza de Cracovia, si tuviese que elegir una vivencia, me quedo con la de haber tenido la suerte de conocer Auschwitz y es ésta, la que ha motivado que ahora esté escribiendo este post.
A poco más de una hora de la ciudad, llegábamos al primero de los tres campos de concentración nazi. La frase “el trabajo os hará libres” era la antesala del sarcasmo que nos esperaba.
Visitar los sectores donde se hacinaban cientos de prisioneros, constatar la existencia del paredón de la muerte, la horca colectiva o las duchas de gas donde se liberaba el Zyklon B junto a los crematorios en los que se incineraban hasta 4000 presos diarios,  eran sin duda imágenes que no se borrarán tan rápidamente de nuestras mentes.
Pero la llegada al segundo de los tres campos fue impactante, una extensa superficie de barracones divididos en dos por las vías del tren que yacían en el mismo campo al igual que lo harían los miles de prisiones que llegaban cada día y que eran conducidos directamente a los crematorios (principalmente mujeres y niños) nada más bajarse del tren.
Después de casi siete horas de visita y sentimientos desalentadores, tocaba la reflexión de la realidad de cada una de nuestras vidas. Han pasado más de 50 años desde que Auschwitz dejara de ser un campo de tortura, una historia demasiado reciente, que cualquiera de nosotros podría haber vivido.
La rutina del día hace que nos olvidemos de quiénes somos y a donde vamos. La monotonía se instaura en nuestras vidas y parece que nuestro camino es trabajar en lo que nos salga, formar una familia y ver pasar los días… Pero, ¿hemos elegido realmente el trabajo que queremos? ¿nuestra pareja, es de verdad la que admiramos, a la que alentamos, de la que nos enorgullecemos? ¿los días pasan tal y como nos gustaría vivir?...
Supongo que son demasiadas preguntas y algunas difíciles de contestar, pero es necesario hacer este ejercicio y plantearse de verdad lo que se quiere hacer en la vida, hay que buscar en el interior de cada uno.
No podemos soñar la vida que quisiéramos vivir, hemos de luchar por conseguir que los sueños se hagan realidad. En el cambio está la evolución.
Mi vida, es la que quiero, la que he soñado, ¿y la tuya?.
Sergio Fdez

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